miércoles, 21 de mayo de 2014

Telepatía y percepción extrasensorial entre las plantas

Telepatía y percepción extrasensorial entre las plantas

LAS PLANTAS ACCEDEN A UN INCREÍBLE ESPECTRO DE BIOCOMUNICACIÓN QUE INCLUYE DIVERSOS PROCESOS PSÍQUICOS COMO TELEPATÍA, INFERENCIA INFORMATIVA A DISTANCIA Y EMPATÍA A NIVEL CELULAR POR OTROS SERES VIVOS.


la telepatía entre plantas parece haber sido comprobada
 Guardamos una mayor conexión con lo invisible que con lo visible
Novalis
En caso de que no lo hayas podido constatar, al menos seguramente habrás escuchado alguna historia sobre la sensibilidad de las plantas. Por ejemplo sobre su respuesta a estímulos como la música o el color, el hecho de que al hablarles suavemente crecerán más rápido y más sanas o que si las expones a situaciones estresantes ello repercutirá negativamente en su desarrollo. Sin embargo, y a pesar de que existen estudios al respecto desde hace medio siglo, no muchas personas están familiarizadas con la percepción extrasensorial que manifiestan estos seres.
A mediados de los sesentas, específicamente en 1966, no todo era psicodelia y guerras; también estaba por ocurrir algo increíble en una oscura oficina situada en la 5ª avenida de Nueva York. Este era el espacio de trabajo de Cleve Backster, el más prestigiado detector de mentiras de todo el país. Una noche como cualquier otra algo le llevó a colocar los electrodos de su polígrafo a una planta, una Dracaena massangeana, y lo que sucedería a continuación desataría un intrigante abanico de líneas de investigación: notó que al verter agua sobre la planta el galvanómetro registraba una reacción similar a la de una persona experimentando emociones. Backster sabía que el más intenso estímulo para generar una reacción emocional en una persona es la noción de sentirse amenazada, así que pensó en exponer la hoja al fuego, y con mayor sorpresa constató que la planta había reaccionado bruscamente ante la sola idea de ser quemada. Tras un par de pruebas más, intentó visualizar nuevamente la flama quemando la hoja, pero ahora no hubo reacción alguna, como si la planta pudiese diferenciar entre una intención real y una fingida.
A partir de esa noche la carrera de Backster experimentaría un giro radical, ya que dedicaría la mayor parte de su tiempo a profundizar en la biocomunicación y eventualmente abandonaría las labores que realizaba para agencias gubernamentales, entre ellas la CIA. Tras esta decisión, participaría en decenas de experimentos, obteniendo resultados por demás intrigantes –algunos se pueden consultar en el International Journal of Parapsychology,  por ejemplo “Evidence of a Primary Perception in Plant Life” (Vol. 10, No. 4, 1968, pp. 329-348), 
  • Vínculos telepáticos
En una ocasión Backster se percató de que las plantas establecían un lazo especialmente fuerte con la persona que cuidaba de ellas, y que este vínculo no dependía del espacio físico que les separaba. Cuando se encontraba fuera de su oficina y le ocurrían eventos excitantes, fuesen positivos o negativos, sus plantas registraban los cambios bruscos en su estado de ánimo o sus ritmos biológicos. Incluso, en alguna ocasión, estando en otra ciudad, Backster tropezó en la calle, lastimándose. Al llegar a su hotel llamó a uno de sus asistentes para corroborar si a la hora de su accidente se había registrado alguna reacción en las plantas, y la respuesta fue positiva: justo a la hora en que él cayó, las plantas manifestaron estrés.  
  • Empatía celular
En otro experimento que realizó, ya instalado en la fase en donde monitoreaba sus plantas las 24 horas del día, Backster notó reacciones en situaciones amenazantes para un ser vivo que estuviese cerca de ellas. Por ejemplo, cuando una araña que estaba en el mismo cuarto fue amenazada por una persona, o cuando frente a una planta alguien arrojó unos cangrejos vivos a un recipiente con agua hirviendo. Con el tiempo Backster detectaría un patrón: la planta reaccionaba cada vez que atestiguaba la muerte de tejido vivo, lo cual lo llevó a teorizar sobre una especie de empatía telepática, a nivel celular, que manifiestan las plantas.
Para explorar esta hipótesis encontró una manera de adherir electrodos a diversas infusiones celulares, tales como amibas, sangre, y esperma. Tras los experimentos se encontró con que estas infusiones también reaccionaban: el esperma, por ejemplo, manifestaba una reacción cuando su donante se colocaba junto al tubo que lo contenía. Esta comunicación, escribió Backster, “parece que no se detiene en el plano celular. Puede ser que atraviese al molecular, el atómico o incluso el subatómico. Todas aquellas cosas que han sido consideradas, convencionalmente, como inanimadas, podrían tener que ser revaluadas”. Eventualmente el investigador llamaría a este fenómeno “percepción primaria”.  

  • Desciframiento emocional de información
Otra de las pruebas consistió en adherir los electrodos a una planta y colocar a un colega junto a ella. A continuación le preguntó su año de nacimiento al tiempo que Backster enumeraba diez fechas distintas, instruyendo a su colega que respondiera, invariablemente, con un “no” aunque una de ellas fuese la correcta.  Luego, al observar el galvanómetro, Backster supo cuando su interlocutor había mentido, pues la planta se lo había indicado, reaccionando justo en el instante en que una de las respuestas faltaba a la verdad.
Los anteriores son solo algunas de las líneas de investigación que Backster desarrolló. Por cierto, el trabajo de este estadounidense nos remite a la loable labor que el bioquímico y filósofo de la Universidad de Cambridge, Rupert Sheldrake, ha realizado en las últimas tres décadas, y la cual derivó, entre otras cosas, en la teoría de los “campos morfogenéticos”. Se trata de una red invisible de hebras a través de la cual individuos de la misma especie intercambian permanentemente información. Por otro lado, al leer los sucesivos “descubrimientos” que Backster anunciaba, podríamos remitirnos a las entidades metafísicas que, de acuerdo con el gran Paracelso, habitan en los distintos planos naturales, me refiero a los elementales. 
Tras haber sido un profesionista exitoso, internacionalmente reconocido como examinador de mentiras, tras volcarse al estudio de las facultades extrasensoriales en las plantas, Backster fue descalificado en innumerables ocasiones (como suele suceder con cualquier investigación que amenaza las fronteras tradicionales de la ciencia). Su carrera con las plantas, y su credibilidad en general, tuvieron múltiples altibajos. Hubo ocasiones en que logró demostraciones exitosas de sus teorías, en público, participando lo mismo en  programas de televisión que en prestigiados recintos académicos como la Universidad de Yale. En otras ocasiones, sin embargo, aparentemente fracasó ante la nula reacción de las plantas, lo cual fue aprovechado por sus críticos.
La cultura occidental ha descuidado su relación con un personaje que invariablemente catalizó, a lo largo de la historia, la relación del ser humano con la “realidad”: la naturaleza. Ello a pesar de que prácticamente todas las tradiciones místicas, las religiones y los pilares en sí del desarrollo de nuestra especie, postularon la resonancia con el entorno natural como la máxima premisa evolutiva. Y tal vez por esta razón es que actualmente sufrimos una especie de amnesia ante las grandes lecciones de la natura, aquellas que emulaban grandes personajes como Paracelso, Novalis, Goethe o los antiguos alquimistas. Y si recordamos que nuestro concepto de magia emerge a partir de una interacción armónica con las leyes naturales, catalizada a través de una intensión precisa, resulta fácil concebir la desbordante sabiduría frente a la cual nos hemos, culturalmente, auto-marginado.
Pero más allá de cuestionar o de entregarnos efusivamente a los experimentos de Backster, aclarando que en lo personal me parecen estimulantes y que inclusive, tras conocerlos, me es difícil interactuar con las plantas de la misma manera en que lo hacía antes, consideró que su valor fundamental es, precisamente el servir como recordatorio ineludible: debemos rediseñar, o mejor dicho recordar el diseño que originalmente regía nuestra interacción con esas fuerzas. Tengamos pues presente la enseñanza de Dogen Zenji, el impecable maestro Zen del siglo XIII: “Aquellos que trabajan con plantas y con árboles, si lo hacen con sinceridad, alcanzarán la iluminación”.
Twitter del autor: @ParadoxeParadis
* Si te interesó este tema te recomiendo que leas The Secret Language of Plants

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