Saladar, Etiopía, el 7 de agosto de 1970.
Tal vez uno de los casos más impactantes que hayan aparecido en las páginas de la revista británica Flying Saucer Review haya sido la destrucción de parte de la comunidad de Saladar, Etiopía, el 7 de agosto de 1970.
Una esfera de color rojo incandescente, que emitía un ruido ensordecedor, chamuscó todo lo que encontró a su paso sin que tuviese lugar una verdadera conflagración, y de paso derritió el asfalto de un camino local. Al llegar a un montículo cercano, el objeto comenzó a mecerse de un lado a otro antes de emprender la contramarcha, recorriendo nuevamente el trecho carbonizado.
El fenómeno recorrió tres kilómetros en ambos sentidos, tuvo una duración de diez minutos y dejó un saldo de ocho heridos y un muerto, amén de cincuenta estructuras destruidas. A pesar de lo contundente de la evidencia, las autoridades abisinias declararon que se había tratado de un bólido, y ahí quedaron las cosas. Sin embargo, en su libro “The Edge of Reality”, J.Allen Hynek calificó la destrucción de Saladar como “uno de los pocos casos documentados en los que algo que debemos considerar un OVNI ha causado daño. Obviamente se trataba de un objeto, y ciertamente no identificado”.
El padre de la ufología hizo hincapié en el hecho de que la fuente térmica fue capaz de fundir asfalto y objetos metálicos además de haber quemado la hierba y los arbustos sin emitir fuego.
Un evento similar se produjo en agosto de 1982 cuando un ovni pirogénico desató un incendio en un campo baldío cerca de la ciudad de Londres, en Catamarca, Argentina. Dos policías presenciaron el acontecimiento desde su carro patrulla, viendo como el aparato desconocido desprendía la llamarada que arrasaría los viñedos y huertos de dicha zona agrícola. El relato aparecería posteriormente en los periódicos Clarín y La Crónica.
Tal vez no haya nada de nuevo en esto, ya que las crónicas aztecas que narran la llegada de los españoles y los presagios de la conquista incluyen un episodio muy curioso: una llamarada (y no un relámpago) descendió del cielo nocturno despejado, impactando contra el techo de paja del templo del dios Huitzilopotchli, dejándolo hecho cenizas y causando pánico entre la población. Conocido es también que la Biblia incluye episodios en que enigmáticos torrentes de fuego descienden del firmamento para consumar un sacrificio o destruir al enemigo.
Durante una oleada OVNI en Chile, que se extendió desde el 25 de abril hasta el 25 de mayo de 1977, los vecinos de la aldea de Vilcún vieron con gran azoro el acercamiento de un enorme platillo volador a baja altura. El vehículo giraba furiosamente sobre su propio eje a la vez que lanzaba llamaradas contra el suelo y emitía “un ruido insoportable” (¿Quizás parecido al del objeto de Salade?). La autenticidad del caso fue confirmada por investigadores del GIFE (Grupo Investigativo de Fenómenos Extraterrestres), quienes detectaron un aumento marcado en los niveles de radiactividad en la zona.
La capacidad destructora de estos OVNIs pirogénicos no debe subestimarse: un objeto con características parecidas —en este caso, una bola de fuego discoidal con cola resplandeciente— voló sobre el noreste de Francia el 7 de enero de 1954, haciendo posible que los atemorizados pasajeros en una estación de tren pudiesen leer los números de matrícula en los vagones de tren en horas de la madrugada. La ciudad de Dieppe fue sacudida por una explosión formidable producida por el paso del objeto; la detonación destruyó ventanas en todas partes de la ciudad.
Durante el auge en avistamientos OVNI en EUA a comienzos de la década de los ‘60, se registraron dos casos de humanos victimados por OVNIs lanzallamas en el estado de Georgia. El 29 de junio de 1964, el señor Beauford Parham salió de la ciudad de Atlanta con destino a su hogar en Wellford, Carolina del Sur. En algún punto a lo largo de la carretera 23, un objeto con forma de “trompo gigante” se abalanzó sobre su automóvil, dejando a su paso un olor a líquido de embalsamar y manchas aceitosas que destruyeron la pintura del vehículo, y el brazo izquierdo de Parham presentaba quemaduras graves. Como buen ciudadano, el chofer dio parte sobre el objeto desconocido a la base aérea Warner Robins, pero el oficial de información pública le informó que tan sólo había tenido un encontronazo con un rayo globular. Indignado, Parham repuso: “Los relámpagos no giran por arriba y por abajo, como lo hizo este objeto”.
Dos días después, a lo largo del mismo trecho de carretera en Georgia, un ama de casa que había salido de compras en su coche tuvo un encuentro con el extraño objeto pirogénico, sufriendo quemaduras de tercer grado en todo su cuerpo. Se produjo el detalle curioso de que las bolsas de la compra se incendiaron dentro del vehículo.
Uno de los episodios más controvertidos de esta categoría también sucedió en los Estados Unidos la noche en que Betty Cash, junto con Vickie y Colby Landrum, se encontraron con un “diamante” flamígero que se cernía sobre ellos en un camino oscuro cerca de Huffman, Texas el 29 de diciembre de 1980. Al igual que en el caso investigado por el GIFE en Chile, las tres víctimas estadounidenses parecen haber quedado expuestas a una enorme dosis de radiación en las inmediaciones del objeto desconocido. Lo que hace destacar el caso Cash/Landrum es el hecho de que, según los testigos, el aparato desconocido parecía estar escoltado por helicópteros del ejército de los EE.UU.
Cabe preguntarse qué habría pasado si el coche de Betty Cash hubiese estado desplazándose a cierta velocidad, haciendo imposible aplicar los frenos a tiempo y dejándolo directamente bajo el haz de fuego del objeto. Tal vez podamos encontrar la respuesta a esta desagradable sugerencia en un caso sucedido nueve años antes.
En junio de 1971, la policía francesa encontró el cadáver de León Eveillé, un agente viajero cuyo paradero se desconocía desde dos días antes. Las pesquisas de los gendarmes les llevaron a una arboleda solitaria en las cercanías de Chalons-sur-Marne, donde encontraron el Simca 1000 azul de monsieur Eveillé casi completamente fundido en una mole de acero. La carretera en sí había sido chamuscada en un radio de cincuenta pies alrededor del coche fundido. El cadáver seguía en el asiento del chofer con el cinturón abrochado.
El equipo forense encargado de la investigación dictaminó que el desafortunado automóvil había sido sometido a un calor superior a los siete mil grados Fahrenheit, aunque los árboles circundantes no acusaban ninguna clase de daño térmico. Algunos de los vecinos manifestaron haber visto un objeto volador inusual el día anterior a los hechos.
Tal vez uno de los casos más impactantes que hayan aparecido en las páginas de la revista británica Flying Saucer Review haya sido la destrucción de parte de la comunidad de Saladar, Etiopía, el 7 de agosto de 1970.
Una esfera de color rojo incandescente, que emitía un ruido ensordecedor, chamuscó todo lo que encontró a su paso sin que tuviese lugar una verdadera conflagración, y de paso derritió el asfalto de un camino local. Al llegar a un montículo cercano, el objeto comenzó a mecerse de un lado a otro antes de emprender la contramarcha, recorriendo nuevamente el trecho carbonizado.
El fenómeno recorrió tres kilómetros en ambos sentidos, tuvo una duración de diez minutos y dejó un saldo de ocho heridos y un muerto, amén de cincuenta estructuras destruidas. A pesar de lo contundente de la evidencia, las autoridades abisinias declararon que se había tratado de un bólido, y ahí quedaron las cosas. Sin embargo, en su libro “The Edge of Reality”, J.Allen Hynek calificó la destrucción de Saladar como “uno de los pocos casos documentados en los que algo que debemos considerar un OVNI ha causado daño. Obviamente se trataba de un objeto, y ciertamente no identificado”.
El padre de la ufología hizo hincapié en el hecho de que la fuente térmica fue capaz de fundir asfalto y objetos metálicos además de haber quemado la hierba y los arbustos sin emitir fuego.
Un evento similar se produjo en agosto de 1982 cuando un ovni pirogénico desató un incendio en un campo baldío cerca de la ciudad de Londres, en Catamarca, Argentina. Dos policías presenciaron el acontecimiento desde su carro patrulla, viendo como el aparato desconocido desprendía la llamarada que arrasaría los viñedos y huertos de dicha zona agrícola. El relato aparecería posteriormente en los periódicos Clarín y La Crónica.
Tal vez no haya nada de nuevo en esto, ya que las crónicas aztecas que narran la llegada de los españoles y los presagios de la conquista incluyen un episodio muy curioso: una llamarada (y no un relámpago) descendió del cielo nocturno despejado, impactando contra el techo de paja del templo del dios Huitzilopotchli, dejándolo hecho cenizas y causando pánico entre la población. Conocido es también que la Biblia incluye episodios en que enigmáticos torrentes de fuego descienden del firmamento para consumar un sacrificio o destruir al enemigo.
Durante una oleada OVNI en Chile, que se extendió desde el 25 de abril hasta el 25 de mayo de 1977, los vecinos de la aldea de Vilcún vieron con gran azoro el acercamiento de un enorme platillo volador a baja altura. El vehículo giraba furiosamente sobre su propio eje a la vez que lanzaba llamaradas contra el suelo y emitía “un ruido insoportable” (¿Quizás parecido al del objeto de Salade?). La autenticidad del caso fue confirmada por investigadores del GIFE (Grupo Investigativo de Fenómenos Extraterrestres), quienes detectaron un aumento marcado en los niveles de radiactividad en la zona.
La capacidad destructora de estos OVNIs pirogénicos no debe subestimarse: un objeto con características parecidas —en este caso, una bola de fuego discoidal con cola resplandeciente— voló sobre el noreste de Francia el 7 de enero de 1954, haciendo posible que los atemorizados pasajeros en una estación de tren pudiesen leer los números de matrícula en los vagones de tren en horas de la madrugada. La ciudad de Dieppe fue sacudida por una explosión formidable producida por el paso del objeto; la detonación destruyó ventanas en todas partes de la ciudad.
Durante el auge en avistamientos OVNI en EUA a comienzos de la década de los ‘60, se registraron dos casos de humanos victimados por OVNIs lanzallamas en el estado de Georgia. El 29 de junio de 1964, el señor Beauford Parham salió de la ciudad de Atlanta con destino a su hogar en Wellford, Carolina del Sur. En algún punto a lo largo de la carretera 23, un objeto con forma de “trompo gigante” se abalanzó sobre su automóvil, dejando a su paso un olor a líquido de embalsamar y manchas aceitosas que destruyeron la pintura del vehículo, y el brazo izquierdo de Parham presentaba quemaduras graves. Como buen ciudadano, el chofer dio parte sobre el objeto desconocido a la base aérea Warner Robins, pero el oficial de información pública le informó que tan sólo había tenido un encontronazo con un rayo globular. Indignado, Parham repuso: “Los relámpagos no giran por arriba y por abajo, como lo hizo este objeto”.
Dos días después, a lo largo del mismo trecho de carretera en Georgia, un ama de casa que había salido de compras en su coche tuvo un encuentro con el extraño objeto pirogénico, sufriendo quemaduras de tercer grado en todo su cuerpo. Se produjo el detalle curioso de que las bolsas de la compra se incendiaron dentro del vehículo.
Uno de los episodios más controvertidos de esta categoría también sucedió en los Estados Unidos la noche en que Betty Cash, junto con Vickie y Colby Landrum, se encontraron con un “diamante” flamígero que se cernía sobre ellos en un camino oscuro cerca de Huffman, Texas el 29 de diciembre de 1980. Al igual que en el caso investigado por el GIFE en Chile, las tres víctimas estadounidenses parecen haber quedado expuestas a una enorme dosis de radiación en las inmediaciones del objeto desconocido. Lo que hace destacar el caso Cash/Landrum es el hecho de que, según los testigos, el aparato desconocido parecía estar escoltado por helicópteros del ejército de los EE.UU.
Cabe preguntarse qué habría pasado si el coche de Betty Cash hubiese estado desplazándose a cierta velocidad, haciendo imposible aplicar los frenos a tiempo y dejándolo directamente bajo el haz de fuego del objeto. Tal vez podamos encontrar la respuesta a esta desagradable sugerencia en un caso sucedido nueve años antes.
En junio de 1971, la policía francesa encontró el cadáver de León Eveillé, un agente viajero cuyo paradero se desconocía desde dos días antes. Las pesquisas de los gendarmes les llevaron a una arboleda solitaria en las cercanías de Chalons-sur-Marne, donde encontraron el Simca 1000 azul de monsieur Eveillé casi completamente fundido en una mole de acero. La carretera en sí había sido chamuscada en un radio de cincuenta pies alrededor del coche fundido. El cadáver seguía en el asiento del chofer con el cinturón abrochado.
El equipo forense encargado de la investigación dictaminó que el desafortunado automóvil había sido sometido a un calor superior a los siete mil grados Fahrenheit, aunque los árboles circundantes no acusaban ninguna clase de daño térmico. Algunos de los vecinos manifestaron haber visto un objeto volador inusual el día anterior a los hechos.